lunes, 25 de febrero de 2013

CUANDO EL EMPLEO DETERMINA LA HISTORIA

Decíamos que un guión cinematográfico no sólo debe presentar a los personajes en su vida personal o social, sino que también debe hacerlo en su vida profesional, es decir: en su oficio. Así se puede tener una visión realmente global de las circunstancias que rodean al personaje, al tiempo que podemos conocer sus reacciones ante los diferentes conflictos. A veces ocurre que es una de esas circunstancias, en nuestro caso el empleo, la que resulta determinante para la historia que se cuenta. Incluso hay casos en los que la trama principal de la película ocurre exclusivamente en su entorno laboral. Y esto puede ocurrir en cualquier género (comedia, drama, intriga, etc.), con lo que –en contra de lo que se pudiera pensar- la representación del mundo del empleo no es patrimonio exclusivo del llamado “cine social”, si bien –como parece lógico- es en éste donde dicha representación tiene mayor peso (por número de películas e importancia del trabajo en las mismas). Veamos un par de ejemplos donde el entorno laboral es determinante para la trama principal de la historia:

LA LEY DEL SILENCIO (Elia Kazan, 1954)


En el caso de Terry Malloy (protagonista interpretado por Marlon Brando) es, precisamente, la falta de un empleo digno lo que determina la historia de la película. Malloy es miembro de una banda de gansters que -encubiertos bajo la forma de un sindicato- domina los muelles de la ciudad. El conflicto del personaje es interior: no comparte los métodos criminales de la banda. De hecho abandonó su anterior empleo (boxeador profesional) por sentirse humillado, cuando le obligaron a dejarse perder en un combate por un importante título. Espoleado por el amor de una chica piadosa y el valor de un sacerdote combativo, Malloy dará un paso al frente para denunciar a los mafiosos, entre el silencio (por miedo) del resto de la comunidad. En esta historia todo está impregnado por el trabajo en los muelles: los habitantes del barrio son estibadores, el mísero sueldo que perciben por deslomarse descargando cajas es todo su sustento y -encima- deben soportar la vejación de verse cada mañana en los muelles, esperando a que los gansters -que hasta ahora han eludido la acción de la justicia- decidan quiénes trabajan y quiénes no. La situación laboral es, claramente a nuestro juicio, la premisa dramática global de la película.

EL APARTAMENTO (Billy Wilder, 1960)



Volvemos al personaje de CC Baxter para observar, nada más en el arranque de la cinta, cómo su entorno profesional determina su vida. Baxter, en off, nos informa de dónde trabaja y cuáles son sus horarios y su sueldo con exactitud. Nos cuenta que hace horas extras porque necesita retrasar su vuelta a casa: luego descubriremos que, en realidad, presta su apartamento a sus jefes para que éstos celebren fiestas extramatrimoniales con mujeres (el préstamo, a su vez, es una manera “subterránea” de ganarse la simpatía de sus superiores para ascender en la empresa). De este arranque podemos deducir que la oficina es donde CC Baxter pasa la mayor parte de sus días, dado que sólo le quedaría tiempo para cenar, dormir, levantarse y volver al trabajo. Se pueden obtener muchas más conclusiones a partir de esta información del personaje (alienación laboral, sumisión profesional, etc.); lo que parece claro es que el empleo de Baxter determina la historia, y lo hace tanto en su vertiente física (la oficina) y psíquica (el conflicto que ese préstamo le supondrá cuando se enamore de la ascensorista de la empresa, que mantiene –a su vez- un romance con el gran jefe. Tal y como la cuenta su director, Billy Wilder, ésta es una historia que difícilmente se podría desarrollar en un entorno distinto al microcosmos que supone el gran rascacielos de oficinas de una empresa de seguros, en Nueva York.

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